En los últimos años se han propuesto a dos autores distintos como los posibles autores de la famosa novela picaresca. Aquí tenéis los textos de las noticias de prensa:
'Lazarillo de Tormes': escándalo,
transgresión y autoría definitiva. 14/05/2016
Desde el año 2002 lleva Rosa Navarro, catedrática de Literatura de la U. de
Barcelona, defendiendo su tesis de que La vida de Lazarillo de Tormes
fue obra del humanista Alfonso de Valdés, de ascendencia judía,
responsable de redactar las cartas en latín del emperador Carlos V y brazo derecho
del canciller Gattinara. Navarro resiste las críticas y los embates de
periódicas atribuciones del Lazarillo a otros escritores y publica una
edición del libro que por primera vez luce en la portada la mención a Valdés.
La especialista en el Siglo de Oro ya expuso su teoría en 2004. Desde
entonces ha "profundizado en la investigación" con las concordancias
entre el Lazarillo y las otras dos obras de Alfonso de Valdés ('Diálogo
de las cosas acaecidas en Roma', que levantó las iras del nuncio pontificio
Baltasar Castiglione, y 'Diálogo de Mercurio y Carón'). Además de destacado
seguidor de Erasmo de Rotterdam, Valdés era miembro de una familia judía conversaque había visto morir en la hoguera
a otro de sus integrantes, el hermano de su madre, que era capellán de San
Salvador de Cuenca.
A esta luz, el libro no es la inocente sucesión de peripecias del pobre
Lázaro sino una carga de profundidad
contra el cleroque rápidamente hizo sonar las
alarmas de la Inquisición. Veamos: los amos que maltratan, vejan y matan de
hambre al chiquillo -cuyo nombre, no conviene olvidarlo, simboliza la pobreza
por excelencia- son un ciego que vive de oraciones en las que no cree, un
clérigo avaricioso que sólo le da cebollas para comer, un bulderoque finge milagros para obtener
dinero de la venta de bulas... También un fraile pederasta para quien la
expresión "romper los zapatos" -referida a los negocios que se
trae entre manos el fraile de la Merced- tiene el significado inequívoco de
"abusar de menores".
Lázaro acaba al servicio del arcipreste de San Salvador, cuyos vinos debe
pregonar. El artificio narrativo que emplea el autor de la novela consiste en
que alguien solicite al desgraciado que le cuente si el clérigo vive
amancebado. Quien lo pide teme que sus secretos de confesión lleguen a
oídos de la mujer que comparte con él su lecho... y que es la mujer de Lázaro.
El arcipreste lo ha convencido de casarse con ella como tapadera para ocultar
su pecado. Para Navarro el "vuestra merced" a que se refiere Lázaro en el
relato no sería un hombre, sino una dama temerosa que quiere saber si puede
seguir confiando en su confesor. Con su relato demuestra que el arcipreste está
más interesado en amasar dinero y retozar con mujeres que en asuntos de
espíritu. Y, sí, con un par de vinos contará seguramente los secretos de
confesión a su manceba, y ésta hará lo propio con su marido, el pregonero
Lázaro.
Navarro refuta incluso la datación habitual de la obra y la sitúa hacia
finales de la década de 1520. Como hombre fiel al emperador, Valdés escoge
con mucho tino las fechas en las que inscribe su novela. Las andanzas
literarias de Lazarillo se inician con el desastre de la batalla de Gelves, en
1510, la gran derrota frente a los moros de Fernando el Católico, como
para destacar el fracaso del rey venerado por los nobles castellanos; por el
contrario, la última referencia temporal del relato es la entrada triunfal
en Toledo de Carlos V, acontecimiento que tiene lugar en 1525.
La crítica a las bulas que contiene el Lazarillo es inconcebible,
según la catedrática, en fechas posteriores al Concilio de Trento (1545-1563),
lo que pone en entredicho que las primeras ediciones fueran las que conocemos
de 1554. Por razones de la misma índole, el
volumen tiene que datar de antes de finales de los años 30 porque, a esas
alturas, los erasmistas como Valdés son ya objeto de persecución. De otra
parte, sólo es posible que un ataque tan violento como sagaz contra la
corrupción de la Iglesia lo firmara alguien poderoso, que se sintiera
respaldado de manera firme por el canciller Gattinara y el emperador.
Concluye la catedrática que el autor del Lazarillo' debe de tener
origen converso -por las constantes menciones del texto a los judíos-, posee
formación jurídica, escribe con un objetivo preciso de denuncia propio de un
erasmista y acredita una cultura vastísima que sabe enmascarar para hacerla
pasar por sabiduría popular y naturalidad de un muchacho que dicta una
carta a un escribano. Y además se trata de un grandísimo escritor, "el
mejor prosista de la primera mitad del XVI", Alfonso de Valdés.
Rosa Navarro aventura que Valdés quiso encriptar su nombre en
el título de la obra para deleite de ojos sagaces. Su firma la formarían las tres primeras letras, leídas en sentido inverso
-al modo de un texto hebreo-, unidas a las tres últimas, y de esta guisa, con
los seis caracteres destacados en rojo, se pone a la venta la primera edición
española del 'Lazarillo' atribuida abiertamente en su portada a Alfonso de
Valdés.
Cuatro siglos después, El Lazarillo de Tormes ya tiene autor
La paleógrafa
Mercedes Agulló ha descubierto, casi quinientos años después de su publicación,
quién es el autor del Lazarillo de Tormes. Su nombre es Diego Hurtado de
Mendoza, un nombre que obligará a cambiar muchos libros de literatura
españoles.
Tras décadas de trabajo, Mercedes Agulló ha
logrado descifrar uno de los mayores misterios de la literatura española. Esta
joya de la picaresca, publicada en 1554 y considerada el embrión de El
Quijote, ha sido un misterio durante cuatrocientos cincuenta años.
Agulló avanza, en El Cultural de El Mundo, algunos de los
detalles sobre su investigación, que se publicará bajo el título: "A
vueltas con el autor del Lazarillo".
La investigaciones de esta paleóloga han llegado a la
conclusión, difícilmente refutable, de que esta obra salió de la pluma de Diego
Hurtado de Mendoza, un hombre que "representa
como pocos el ideal renacentista de unión de las armas y de las letras"
según cuenta.
Elogiado por Lope de Vega, fue un mecenas de pintores
y escritores, y escritor infatigable de manuscritos, además de nieto del
Marqués de Santillana y amigo de Gracián y Santa Teresa de Jesús.
Mercedes Agulló destaca que esta revelación "no
es obra de un hallazgo casual, sino de la tenaz persecución de un hilo durante
todo este tiempo" conocedora de que su teoría refuta las tesis
expuestas por cientos de historiadores. Además de otras tantas evidencias,
la prueba definitiva fueron unos papeles encontrados por Mercedes Agulló en la
testamentaría del cronista López de Velasco, albacea de Diego Hurtado de
Mendoza, así lo acreditan.
Según cuenta Agulló, la prueba definitiva la
encontraron en "Una serie de cajones y el impresionante lote de documentos
acumulados por don Diego Hurtado de Mendoza durante su larga vida - 75 años- ya
que al Cosmógrafo Real se le había encargado la
administración de su hacienda. Ahí encontramos, al lado de una copia de
"las Guerras de Granada" y otros papeles de la
hacienda de Carmona, dos líneas que dicen: UN LEGAJO DE CORRECIONES HECHAS PARA
LA IMPRESIÓN DE LAZARILLO Y PROPALADIA". La paleóloga confiesa haber leído
esas dos líneas durante largo tiempo, que le han hecho ir tirando
"tenazmente" del hilo que ha llevado al descubrimiento.
Como todo estudio, éste deberá ser sometido a
refutación científica, es ilusionante estar tan cerca de solucionar el enigma
del Lazarillo, señalan desde El Cultural.
Hurtado de Mendoza, Diego
Hijo del duque del Infantado, don Iñigo Hurtado de
Mendoza, el conde de Tendilla inició sus estudios de leyes en Granada, pasando
después a Salamanca para ampliar sus conocimientos. Participó en las guerras de
Italia y entró en contacto con el Humanismo, convirtiéndose en uno de los
nobles más preparados de su tiempo. Carlos I le envió como embajador imperial a Inglaterra en 1537 y dos años más tarde
a Venecia. La confianza depositada en don Diego por el emperador iba subiendo
en enteros como muestra su participación como delegado imperial en el Concilio
de Trento en 1542. Los fracasos de la reunión conciliar le llevaron de nuevo a
Venecia, donde pasará los dos próximos años antes de reintegrarse a la asamblea
trentina. En 1547 será enviado a Roma como embajador, conociendo en estos
momentos a Pedro Mártir
de Anglería. En la capital del Papado desempeñó los cargos de
gobernador y capitán general de la Toscana, muestra de la importe presencia
española en la península italiana. En 1554 se traslada ya definitivamente a la
corte para formar parte del Consejo de Estado, siendo recompensado con el
hábito de la Orden de Alcántara y con el marquesado de Mondejar.
La posición de don Diego se complicó durante el
reinado de Felipe II, siendo desterrado en primer lugar al castillo de la Mota y después a
Granada, debido a la complicación de los problemas moriscos en su ciudad natal
y a un incidente con Diego de Leiva. Durante su destierro en Granada escribió
"Guerra de Granada, hecha por el Rey de España D. Phelipe II, nuestro
señor, contra los moriscos de aquel reino, sus rebeldes". Consiguió
regresar a la corte madrileña en 1574 donde falleció el 13 de agosto del año
siguiente, legando su copiosa biblioteca al Real Monasterio de El Escorial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario